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«Es lícito y meritorio consagrarse por caridad al cuidado de los enfermos contagiosos, aun con peligro próximo de contraer su misma enfermedad y acarrearse la muerte. El párroco tiene obligación de administrar los últimos sacramentos a los enfermos apestados, aunque sea con peligro próximo de su propia vida».
("Teología Moral para Seglares", Antonio Royo Marín, O.P.).
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